¡Arde el campo!

Por José Avilés.

En los últimos días hay protestas de campesinos en varios pueblos y ciudades. Manifestaciones, concentraciones,  cortes de carreteras, enfrentamientos con la policía, acciones que a veces adquieren gran dureza, y algunas son demostraciones llamativas.  Los actos de protesta se dirigen contra los bajos precios en origen, que reciben los agricultores por sus productos agrícolas y ganaderos, contra la prevista reducción de las ayudas de la CE, por  los efectos que puede tener el Brexit del Reino Unido, y como crítica al incremento de aranceles en EEUU. Y ya para atacar directamente al Gobierno PSOE-Podemos, se rechaza la subida del salario mínimo a 950 euros, como una de las mayores catástrofes que le ha ocurrido al campo español.

Independientemente de lo justificadas que están varias de las reivindicaciones, lo cierto es que las protestas intentan ser rentabilizados por la derecha y ultraderecha para descomponer a un Gobierno que proclama –solo proclama-  sus intenciones reformistas. De hecho, una de las asociaciones de agricultores que más énfasis pone en atacar al  Gobierno, (ASAJA), tiene como Presidente a Pedro Barato Triguero, que es también un directivo de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales). El tal Barato Trigueros forma parte del consejo de administración de varias empresas agropecuarias, (De Oleo y otras), y no agropecuarias como MAPFRE, además de dirigir su propia empresa agrícola en Ciudad Real. Por la solo pertenencia al consejo de administración de una de estas grandes sociedades, que cotiza en Bolsa (ENCE), recibe 44.500 euros anuales, más 2.020 euros en concepto de dietas por asistencia a las reuniones, además de otros privilegios, y un  seguro de vida. Estas son solo algunos datos de uno de personajes que dirigen la revuelta contra el Gobierno PSOE-Podemos. No es casualidad que las manifestaciones de los agricultores sean invadidas por banderas monárquicas; cosa inédita en cualquier acto de protesta de trabajadores.

¿Pero cuál es la situación real de la agricultura en España? Según el informe del INE de 2018, referido al año 2016, había en España 933.059 (0 926.929 en otros datos) de explotaciones agrarias y ganaderas en 23.229.753 hectáreas en activo. Del total de explotaciones, el 93% eran trabajadas por personas físicas (propietarios, arrendatarios, o aparceros) y el 7% por sociedades de carácter capitalista, (según el Atlas de la PAC el 6,6%).  En el año 2013, el 5,5% de las explotaciones  tenían más de 100 hectáreas. En su conjunto, las grandes explotaciones agrarias tenían bajo su control  el  55% de la superficie en activo. Hay que tener en cuenta que dada la tendencia a la concentración de fincas que se aprecia en toda Europa,  el INE reconoce que del año 2013 a 2016 creció la superficie cultivada, pero disminuyó el número de explotaciones. Es decir, en el campo, como cualquier otro ámbito de inversión capitalista la tendencia a la concentración es irreversible.

Este problema para los pequeños agricultores y ganaderos se agrava, cuando se ven obligados a entregar su producción, ya sea a grandes productores, o a empresas comercializadoras que acaban fijándoles los precios. Esto es posible, porque  el 70% de la producción agrícola española se destina a la exportación (73% según el INE), el 20% a la industria transformadora, y solo el 10% es para el consumo interno directo. Obviamente el pequeño campesino y ganadero no tiene acceso a los mercados internacionales, pero tampoco a los países europeos a los que se exporta la mayor parte de la producción.

Dado que la mayoría de la producción agrícola se destina a la exportación, la presión que las grandes cadenas de supermercados ejercen sobre los pequeños agricultores, y cooperativas agrarias representa un problema existente, pero pequeño, en comparación con  el creado por las grandes comercializadas que operan en los mercados internacionales.  Señalar como culpable único a las grandes superficies, y no al modo de producción capitalista,  es esconder el bocado de un cocodrilo, con el picotazo de un mosquito.

Además, si bien es cierto que dado el exceso de producción, las comercializadoras en los mercados internacionales y empresas transformadoras pueden permitirse el lujo de aplicar precios de compra abusivos, también lo es, que los productos no llegan solos a las verdulerías ni a los supermercados. Estamos hablando del trabajo empleado en crear un servicio a los consumidores (que yo sepa Marx hablo de proceso productivo global). Un servicio inmaterial, que es tan mercancía como una sandia, el transporte, o un corte de pelo. Por tanto, el tiempo de trabajo empleado en la producción de ese servicio y el de la parte consumida de los materiales empleados (carburantes, electricidad, cámaras refrigeradas, instalaciones etc.), crea un valor que se incorpora al producto físico salido del agro. En consecuencia, estos días se están diciendo gran cantidad de tonterías y haciendo demagogia en exceso, al presentar como única referencia para sacar conclusiones sobre la mala la situación de los agricultores, la diferencia entre los precios de origen de los productos en el campo  y la de su precio en los supermercados y verdulerías.     

Sin embargo, a escala mundial el mercado de los productos básicos está controlado por un puñado de multinacionales (ADM, Bunya, Cargil, Luis Dreyfus….) que además suelen fusionarse o colaborar con empresas farmacéuticas y de fertilizantes. Una práctica muy extendida ahora, es la contratación de cosechas a futuro. Es decir, al productor se le aplica un gravamen a cambio de tener asegurada la venta de su futura cosecha. Por su parte, los derechos a comprar una determinada cosecha que todavía no está producida, son cotizados en las bolsas de derivados, convirtiéndolos en una fuente de beneficios para  especuladores.

Aunque los tipos de productos agrarios concretos se relacionan con el clima y la especialización por zonas, resulta que dada  la interconexión o sustitución de utilidades entre unos y otros, un cambio de precios, solo en aquellos que son más importantes, acaba afectando al de todos aquellos con los que se encuentran relacionados. Por ejemplo, el precio del aceite de soja, influye sobre el de girasol, el de colza, el de palma, o el de oliva. Es por tanto, la existencia de unas cuantas multinacionales que controlan la producción y distribución de los productos básicos a nivel mundial quien ejerce presión sobre los precios agrícolas, condicionando su oferta y demanda.  

En todos los países de la Unión Europea, se aplica a las importaciones la Tarifa Aduanera Común (Taric). Esta grava la entrada de cada uno de los productos (uno por uno clasificados) y países (también uno por uno), con un impuesto que tiene en cuenta los intereses proteccionistas de las grandes productoras y comercializadoras europeas, pero depende también de los acuerdos políticos entre Gobiernos. Sin embargo, estos últimos están condicionados –en última instancia-, por intereses generales –a la vez contradictorios y enfrentadas entre sí-,  del conjunto del las clases dominantes en cada país o zona de actuación económica.

Pese a lo que pueda parecer por la escasa mano de obra empleada en la agricultura, la Unión Europea es exportadora de productos agrícolas y ganaderos debido a que productividad de los países atrasados en muy baja, mientras que en Europa el rendimiento de cantidades producidas por hectárea trabajada es extraordinariamente elevada, debido al uso masivo de fertilizantes, la mecanización y métodos de crianza artificialmente acelerados de animales y de los productos que proporcionan, como leche o huevos. Países europeos como Francia y Holanda son grandes exportadores a África  de productos agrícolas, además de leche y sus derivados. Cosa que además está facilitada por las subvenciones a la agricultura y ganadería recibidas en Europa

En general, no solo en España sino en toda Europa, hay excedentes de productos agropecuarios, lo que provoca la bajada de los precios a pie de los cultivos y establecimientos ganaderos. Su consecuencia es la desaparición de las pequeñas explotaciones y el control de los mercados por las grandes comercializadoras.  Podríamos decir, que dos fuerzas que operan en sentido contrario tienen como consecuencia el mismo efecto sobre la desaparición de la pequeña propiedad campesina en Europa: por una parte el gran aumento de la cantidad producida, y por otra el control de las multinacionales agropecuarias sobre los productos básicos.

 Aunque gran parte de los artículos del agro están vinculados a su área geográfica, sus precios en los mercados mundiales presionan sobre los de aquellos europeos con cuyas prestaciones están  emparentadas. Pongamos por caso: el aceite de palma, cuyo precio es más barato que el de oliva. Este es profusamente utilizado en Malasia para consumo humano, país del que es mayor productor mundial.  Según los estudios malayos la gran cantidad de grasas saturadas que contiene (al igual que las grasas animales) son beneficiosas para la salud, cosa que no ocurre con las de origen animal. Pues bien, debido a su baratura  es importado masivamente por Europa para pastelería y otros productos de consumo elaborados, pero en España se ha desatado una campaña contra el aceite de palma utilizando tanto el argumento de que las grandes plantaciones destruyen el habitad de monos y otras especies animales (hipócrita protección medioambiental que no se tiene en Europa, como destaca el Atlas de la PAC)-, pero sobre todo, la razón principal del rechazo al aceite de palma es que se ha corrido el rumor de que es perjudicial para la salud. Pues bien, resulta que en un país del Tercer Mundo, con peores servicios sanitarios, como Malasia, la esperanza de vida media es equivalente a la de Polonia y Hungría.  Las tarifas aplicadas  a la importación de aceite de palma de Malasia aplicada en la TARIC (que pueden ser diferentes a las que se le aplican si proviene de Indonesia) tienen mucho que ver con el peso político de los grupos de intereses favorables o contrarios. Es por eso que, dada la diversificación de los productos agrícolas  no se puede hablar de competencia desleal de los países con un menor nivel de vida, como hace la extrema derecha, lo que hay es juego son los intereses de las multinacionales capitalistas. Si hubiera entrada ilegal de productos se estaría hablando de contrabando.

Por otra parte, tampoco se puede decir, tan alegremente, que en aquellos países donde los salarios son bajos los productos agrícolas resultan muy baratos. En primer lugar porque los precios también dependen de la abundancia y escasez, y es evidente que aquí debido a la mecanización, los fitosanitarios, y los métodos intensivos de cultivo y crianza, la productividad medida en unidades es mucho mayor con menor número de trabajadores. Por el contrario, en los países atrasados con producciones menos industrializadas, se requiere mucha mayor mano de obra. Por tanto, ni de lejos, los bajos salarios pueden compensar la rapidez y economía con que en Europa se produce. Como después veremos más detalladamente, Europa es un exportador neto de productos agrícolas a países atrasados. En todo caso,  los bajos salarios que se pagan en los países del Tercer Mundo, tienen su causa en que gran parte de los productos importados de Europa resultan más baratos que los que ellos producen.  En consecuencia la producción en esos países solo se puede sostener en base a salarios de hambre. La actuación de las multinacionales  y el exceso de producción, repercute –lo mismo que en Europa- en bajos salarios para los trabajadores asalariados del campo, y escasos beneficios, o perdidas, para los pequeños campesinos independientes.  

Para fomentar el racismo, y la xenofobia, la ultraderecha está haciendo creer -incluso a economistas y profesores universitarios-, que una de las causas principales de los bajos precios que reciben los agricultores es la entrada de productos de países atrasados donde los salarios son bajos, y no existen controles de calidad[1]. Pero esto es solo una extremada mínima parte de la causa. Es decir, generalizan la excepcionalidad para ocultar el mal principal.  Es cierto –por ejemplo- que Europa está importando cítricos de África del Sur, de Turquía, y Egipto, y arroz de Camboya. Pero si esto se hace, es porque  los intereses de grandes importadoras europeas han prevalecido sobre los de países productores como España, a la hora de fijar aranceles en la Tarifa Aduanera Común (TARIC). De esta forma podemos ver, que la bajada del precio de la naranja, cuya causa principal es debida al aumento de productividad –incluso en las pequeñas producciones levantinas- se agrava al no encontrar compradores en el exterior. El resultado es que, un producto de cultivo en zonas limitadas, como es  la naranja,  no vale casi nada a pie de bancal en Valencia y Murcia. Eso nos debe hacer reflexionar sobre lo inadecuado que resulta el capitalismo, y su derivado ideológico de que la simple existencia de la propiedad privada  debe engendrar beneficio, cuando el aumento de productividad, y como consecuencia la abundancia de los productos que engendra, resultan extraordinariamente baratos en el mercado –por muy necesarios que sean-. Por tanto, esos productos, están  llamando a la puerta de la socialización y su desaparición como mercancías, si se quiere garantizar el suministro. En el fondo, las importantes subvenciones a la producción agrícola que proporciona la Política Agraria Común (PAC) es un reconocimiento inconfesado de que el grado de desarrollo económico empuja en dirección socialista, aunque todavía se mantiene el criterio capitalista de que la simple existencia de la propiedad debe generar beneficio por sí mismo. Contradicción que, en última instancia, es  uno de los motivos de la existencia de la Unión Europea de los capitales.  

Cuando hablamos del aumento de la productividad agropecuaria en Europa (incluida España), nos estamos refiriendo al incremento de unidades producidas, al agigantamiento de las cantidades de productos. Hablamos del valor de uso y no de cambio, nos referimos a las prestaciones y no a la cantidad dineraria conseguida por ellos. La economía capitalista solo entiende la productividad en sentido dinerario.  Y esta se relaciona con la escasez, no con la abundancia. El mapa siguiente muestra la productividad anual por cada persona ocupada en las labores agrícolas  de cada uno de los países de la Unión Europea. Pero este cálculo del cuadro no está hecho en base a la producción de cantidad de artículos (que ha aumentado permanentemente), sino en base a los euros conseguidos por ellos (que ha disminuido debido a su abundancia). De esta forma podemos constatar que en España, a pesar de que ha aumentado de sobremanera la producción agrícola, y que el número de personas ocupadas en el campo es solo de  4% de la población activa (en el año 1900 era el 65%), la aportación campesina en euros al Producto Interior Bruto español (PIB), es un porcentaje aún menor, con el 2%; y ello a pesar de haberse multiplicado por muchas veces la cantidad de unidades producidas. Podemos ver  que el PIB español anual de todos los sectores productivos juntos (unos 1.100 millones de euros), dividido por las personas ocupadas en España sobrepasa los 60.000 euros; o lo que es lo mismo, que cada persona trabajando produce esa cantidad media de euros anuales (lo que no significa que cada asalariado cobre eso, ya que entonces no habría beneficio empresarial). Y sin embargo, en España –como se ve en el cuadro del Atlas del PAC que reproducimos- cada ocupado en la agricultura solamente produce 28.000 euros; a pesar de haber incrementado la cantidad de unidades agrícolas y ganaderas. Si comparamos España con otros países donde el valor producido por persona ocupada es mayor que en España como Reino Unido, Francia, Alemania, o Suecia, la aportación de la agricultura al PIB de estos países en 2014, son inferiores a la española (0,8%, 1,8%, 0,8%, 1,7%, siguiendo el mismo orden en que se citan), y ello a pesar de que el valor producida (estimado en euros) por cada persona empleada en la agricultura  es mucho mayor que aquí. Su causa se encuentra, en que aún son más productivos porque están más mecanizados, al uso de más fertilizantes y otras formas de organización.

                                  

 Es por eso por lo que las subvenciones que los Estados –y en nuestro caso la Unión Europea- dan a la agricultura son el preludio de su socialización. A no ser que se llegue a tal grado de concentración de las distribuidoras y grandes empresas, que los productos agrícolas acudan al consumidor con un sobrecoste abusivo que paga la sociedad. Cosa que ya está ocurriendo.  No en balde Carlos Marx decía en El Capital  ““Los fisiócratas tienen aun razón cuando dicen que toda producción de plusvalía (beneficio) y por tanto, todo el desarrollo del capital tienen por base natural la productividad del trabajo agrícola. Si el hombre no fuese capaz de producir, en una jornada, más medios de subsistencia...., que los que necesita cada obrero para su propia reproducción, no se podría hablar ni de superproducto ni de plusvalía. Una productividad del trabajo agrícola que sobrepase las necesidades individuales del trabajador es la base de toda la sociedad. ...".

La solución actual para la agricultura es su socialización, y el primer paso consiste en la supresión de las comercializadoras y su sustitución por el Estado, bajo el criterio que de que hemos llegado a un nivel de desarrollo tal, que mantener un adecuado suministro agrícola y ganadero, este debe ser entendido como un coste colectivo y social, de la misma forma que lo es el mantenimiento de un aire limpio, las vías de comunicaciones, los bosques, la educación, o la sanidad.

La situación en España.                   

En el año 2018 España exportó 50.348 M €. de productos agropecuarios. Eso representó el 17,7% del conjunto de todas las exportaciones, sea cual fuera el sector,  pero solo aportó el 2% al Producto Interior Bruto español (PIB). A Europa se exportó el 73% del total agropecuario (sobre todo aceite de oliva, vinos y mosto, conservas de aceituna queso, y otros productos agrarios, carnicos y pesqueros transformados). Las exportaciones a EUU, China, Japón, Corea de Sur, y Hong Kong, fueron el 22%.

Las importaciones de ese mismo año fueron 38.364 M €. De los cuales el 53% procedía de la Unión Europea y el 42% de terceros  países. La mayor parte moluscos, maíz, crustáceos, habas, soja, trigo y otros.

Si hablamos de empresas españolas de producción agrícola combinada con ganadería, según el INE hay un total de 1.757 empresas que tienen una orientación  de explotación capitalista (casi todas sociedades) que a la vez se clasifican en grandes, medianas y pequeñas.  Solo 65 de ellas son consideradas grandes empresas; siendo la mayor, Corporación Alimentaria Guisona SA, con una plantilla de 3.280 trabajadores, y unas ventas en el año 2018 de 1.815.726,90 euros.

Si  nos referimos a las empresas  agrícolas, dedicada tanto a la compra como a la producción, el número de empleados medio es menor,  por ejemplo: Sociedad de Compras Moderna SA  tuvo unas ventas de 686.451.069 €  y 101 trabajadores, o Eurogrup con una facturación de 401.379.395 y 93 trabajadores.

El número de trabajadores empleados depende de si solo se dedica al comercio o combina las dos actividades (producción y comercialización), o bien las alterna. Como por ejemplo se puede citar a  Agriponiente de Murcia, que en 2018  empleó a 726 trabajadores.

Si nos referimos al ranking de empresas de comercio de materias primas, agrios, animales vivos, y materias semielaboradas  (CNAE 4611 según el INE de 2018), en su conjunto facturaron 1.509.343.730 €. Este grupo está encabezado por CEFETRA SL. de Pozuelo de Alarcón, que con solo una plantilla de 21 empleados, vendió ese año 352.300.00 euros, seguida por Agroproducciones Oleaginosas SA de Madrid, con 17 empleados y una facturación de 185.603.239 €.

 La mayoría de las grandes empresas están participadas por fondos de inversión. Algunos ejemplos los tenemos en MOYCA de Murcia, participada por el fondo PraA. Capital, o la empresa  y Frutas Esther con presencia del fondo de inversiones Miura Private Equity. Esta última empresa agrícola controla el 85% de la producción de uva de mesa.

Hay empresas cárnicas como “El Pozo”  de Alhama de Murcia que prácticamente succiona todos los cerdos que con su intervención o por productores independientes se crían  en su entorno y en el campo de Lorca.

Decíamos antes que hay en España 926.929 explotaciones agrícolas que trabajaban 23.229.753 ha. La mayor cantidad de tierra en activo se da en Andalucía con 4.399.723 ha y 241.401 explotaciones, seguida de Castilla y León, que aunque tiene más hectáreas cultivadas (5.327.061) cuenta con menor número de explotaciones (89.211); de lo que se deduce que el cultivo, o es más extensivo o existe mayor numero de latifundios, o las dos cosas. Castilla la Mancha no se queda atrás con 4.037368 ha, y 117.180 explotaciones.

Ya hemos dicho, que la poca rentabilidad –debida a los bajos precios- de las pequeñas producciones está provocando el acaparamiento de la superficie cultivada por las grandes empresas en toda Europa. Y ese fenómeno es igual en países como España, Portugal y el Sur de Italia donde no hubo reforma agraria (pues las desamortizaciones del siglo XIX en realidad acrecentaron la propiedad terrateniente a costa de bienes de la Iglesia), que en países como Francia donde la Revolución Francesa expropio tierras a la nobleza y al clero. El desarrollo del capitalismo ha terminado concentrando la propiedad de la tierra. Ese mismo fenómeno se ha producido en los antiguos países socialistas, donde se ha dado un engrandecimiento salvaje de las grandes fincas. Según un informe serio como el Atlas de la Pac, en la república Checa, el 3,5% de las explotaciones son propietarios del 51,2% de la superficie de tierra.

Pero España no se queda muy atrás, el 5,4% de las explotaciones de más de 100 hectáreas posee el 55,5% de la superficie cultivada, y el  94,6% de los campesinos solo tiene en sus manos el 45,5% de la tierra.

El proceso de concentración agrícola, tanto en la distribución como en la producción está creando una situación nueva que se ha venido a llamar “uberizacion” del campo. Según la COAG, 345.000 agricultores pese a disponer de la propiedad de la tierra, están abocados a convertirse en “autónomos” asalariados de oligopolios, y grandes empresas agroalimentarias apoyados por fondos de inversión.

En la cría de cerdos el proceso de “uberización” ha sido más rápido. El ganadero pone sus instalaciones al servicio de un grupo empresarial que le proporciona, medicamentos, animales, y piensos. Este sistema supone el 75% de la producción. Las granjas de cerdos han pasado de ser 200.000 hace treinta años a ser solamente 86.000.

La producción láctea no se queda atrás en este proceso de concentración; en treinta años las explotaciones ganaderas han pasado de ser unas 250.000 a poco más de 13.000. Junto a ellas existe una sola empresa de Soria que reúne a 24.000 animales. Esta empresa de Soria está impulsada por la empresa de negocios agrícolas y ganaderos  Valle de Odieta  que con solo 8 empleados tiene un distintivo concedido a las principales empresas por volumen de facturación.

Junto a todo ese proceso de concentración capitalista en la agricultura y ganadería, todavía existen 6.439 cooperativas que tienen bajo su control 634.328 ha., y el 15% de la cría de porcino se hace en forma  cooperativa.

Y ya finalmente, diremos que por régimen de tenencia de las 926.929  explotaciones, 823.501 son de propiedad, y solo 212.911 funcionan en régimen de arrendamiento. Teniendo en cuenta que como aquí, siguiendo la lógica del capitalismo, se entiende que la simple existencia de la propiedad sobre la tierra debe aportar un beneficio, las subvenciones de la PAC o bien van destinadas al propietario, o bien, si van al arrendatario, se utilizan para incrementar el precio del arrendamiento.

La Política Agraria Comunitaria (PAC) y su previsible reforma.

                  

En teoría la PAC tiene como objetivo garantizar el suministro a las poblaciones y a la vez garantizar un ingreso suficiente a los productores agrícolas y ganaderos. Dos son los problemas con los que se encuentra ese objetivo, el primero es el criterio capitalista contrario a la socialización, cuando se ha alcanzado un nivel productivo que lo exige. Lo que condena a las pequeñas unidades productivas a ser engullidas por grandes conglomerados que responden a la lógica del beneficio como fin en si mismo; y el segundo problema, es que, aunque hay elementos comunes, la realidad estructural diferente de cada país, requiere tratamientos diferentes. Por el contrario, a las grandes corporaciones que operan a escala europea y mundial, les interesa la Unión Europea.

 Ya hemos visto que el aumento de la productividad se ha traducido en ríos de leche y montañas de alimentos y materias intermedias para la producción industrial, pero su consecuencia ha sido la bajada generalizada de los precios en el sector agrícola. Tal es así, que medidos en euros, la agricultura, la ganadería y el sector pesquero en su conjunto aportan a la Unión Europea una media  del 1,48% del PIB. Aunque con notables diferencias de un país a otro,  ya que si por ejemplo, en el Reino Unido la aportación del campo a su PIB no llega al 1%, en España es el 2%, y en los países del Este europeo oscilan entre el  tres  y el cuatro por ciento. Hay países como Grecia en los que la agricultura, ganadería y pesca aportan a su PIB casi el 15%.

Para cumplir los objetivos de garantizar el suministro, y a la vez asegurar una renta mínima a los productores se tomó la decisión de subvencionar una producción agrícola cuyos precios tendían aceleradamente a la baja. De esta forma el dinero destinado a la PAC, representa la mayor partida presupuestaria de la UE, con unos. 60.000 millones de euros. (60.000.000.000). o  como dice el informe Atlas de la PAC cada ciudadano comunitario paga 114 euros para mantener la agricultura.  “Este presupuesto se divide en dos partes o «pilares». El primer pilar, el Fondo Europeo Agrícola de Garantía, representa el 75% del dinero. Este fondo se utiliza para hacer pagos a los agricultores en función de la superficie que cultivan: una media de 267 euros por hectárea en toda la UE”

“El segundo pilar, el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, abarca el 25% restante de los fondos. Con él se costean los programas para el desarrollo de las zonas rurales, la agricultura ecológica, el apoyo a la agricultura en las zonas desfavorecidas, además de la conservación del medio ambiente y de la naturaleza y la protección del clima”.

El sistema de pago a los agricultores es  complejo, pues lo mismo puede estar asociado a la producción ya sea por tonelada, litro de leche o cabeza de ganado, y hay otros que se vinculan a la superficie sin requerirse previamente que el agricultor produzca.  Dado el sistema empleado para los pagos, el resultado es que  en el conjunto de la UE el 80% se vincula a las hectáreas y solo el 20% al logro de objetivos.  No es extraño que se requiera el cumplimiento de alguna de las exigencias del segundo pilar (FEAD). Una de las consecuencias del sistema de asignación de subvenciones directas,  es que estas solo benefician a una quinta parte de las explotaciones agrícolas en la UE. 

El Resultado de la aplicación de la PAC ya hemos dicho que ha sido la concentración de la propiedad. Entre el año 2003 y 2013  desaparecieron una cuarta parte de las explotaciones agropecuarias en la Unión Europea. Con la ganadería ha ocurrido los mismo  El Atlas de la PAC es muy claro  sobre las consecuencias de la aplicación de la PAC:

“.En 2013, tres cuartas partes de los animales de la UE-28 fueron criados en explotaciones de gran tamaño, reduciéndose a la mitad desde el 2005 el número total de animales criados en explotaciones pequeñas. Más de las tres cuartas partes de las «unidades de ganado» (contando dos cerdos o diez ovejas como equivalentes de una vaca) fueron criados en explotaciones de gran tamaño en la mitad de los Estados miembros de la UE, con un porcentaje máximo de más del 90% en el Benelux y Dinamarca. En Rumanía, por el contrario, más de un tercio de los animales fueron criados en pequeñas explotaciones.[…]

                           

“La agricultura europea está cada vez más polarizada: las pequeñas empresas familiares siguen siendo la mayoría en términos de número y mano de obra, pero disminuyen rápidamente. Mientras tanto, las explotaciones grandes y muy grandes aumentan en número e importancia económica. Las explotaciones de más de 100 hectáreas representan solo el 3% de las explotaciones agrícolas de la UE, pero su número ha aumentado en un 16% entre 2005 y 2013, y ahora utilizan el 52% de todas las tierras agrícolas. Las grandes explotaciones llevan de la mano pérdida de puestos de trabajo, disminución de la diversidad de los sistemas y productos agrícolas, aumento de las prácticas intensivas y agotamiento del medio ambiente.”

“En el otro extremo, las pequeñas empresas con menos de 10 hectáreas representan el 80% de las explotaciones agrarias europeas. Son más diversas que las grandes explotaciones, pero ocupan solo el 10% de la tierra disponible. Su número está disminuyendo rápidamente: el 96% de las explotaciones que desaparecieron entre 2003 y 2013 tenían menos de 10 hectáreas. Las dificultades económicas son comunes: los bajos precios de los alimentos no cubren adecuadamente los costes de producción, y es el sector de transformación y comercialización y no los productores el que obtiene la mayor parte de los beneficios. Las pequeñas y medianas explotaciones agrarias, así como algunos sectores como el lácteo, están especialmente expuestos y corren el riesgo de quiebra y cierre.

“Los subsidios y las reglas de mercado de la PAC, así como la liberalización de los mercados agrícolas, se encuentran entre los factores responsables de estas tendencias. El pago por hectárea que entró en vigor en 2003 significa que cuanta más tierra tenga un agricultor, mayor será el pago que reciba […]”.

“Desde los años 80, la Política Agrícola Común (PAC) recibe críticas por la exportación de productos agrarios a otras partes del mundo. Este uso del dinero de los contribuyentes  ha llevado a una disminución de los precios del mercado mundial y ha obligado a muchos productores en otros países a abandonar sus mercados locales. Los pagos por superficie – subvenciones por hectárea cultivada – han sido el principal instrumento de la PAC desde los años 90. Las subvenciones a la exportación disminuyeron y fueron prohibidas en 2015 en todo el mundo tras una decisión de la Organización Mundial del Comercio”. Pero una cosa son las subvenciones a la exportación, y otra las ayudas que proporciona la PAC, que son para garantizar el suministro, pero dado el gran excedente productivo, y exportador, en la práctica se convierten en ayudas a la exportación.

África es un mercado importante para muchos productos básicos. En 2017, el Norte de África, con su limitado potencial para cultivar sus propios alimentos, se llevó el 35% de las exportaciones de trigo de la UE. El África subsahariana absorbió entre un cuarto y dos tercios de las exportaciones de harina de la UE. Es cierto que el trigo sólo se puede cultivar en unos pocos lugares al sur del Sáhara, pero las importaciones compiten con los cultivos adaptados a las condiciones locales, como el mijo, la mandioca y el ñame […]

“Alrededor del 43% de las exportaciones de carne de aves de corral de la UE se dirigieron al África subsahariana en 2017, principalmente a África occidental. La supresión de los pagos por superficie reduciría, según el modelo, las exportaciones y aumentaría los precios de la carne en los países importadores (africanos). Esto estimularía la inversión en la producción local y mejoraría la baja productividad actual de esta industria.”

“Pero la mayoría de los científicos y las ONG están de acuerdo en que el éxito de las exportaciones de la UE depende de algo más que de subvenciones. La UE persigue desde hace tiempo el objetivo explícito de aumentar la productividad de sus explotaciones, y la exportación. La construcción de instalaciones de cría de ganado cada vez más grandes, junto con la laxitud de los controles medioambientales y de bienestar animal, han dado lugar a un  aumento de la producción y a una reducción de los precios para los productores.”.(Se entiende europeos)

“El mercado de la leche muestra cómo pueden salir mal las cosas. La política lechera de la UE fue liberalizada en 2015 y se suprimieron los límites de producción introducidos en los años 80. Esto permitió a las empresas lecheras europeas exportar más. Pero el aumento de las exportaciones provocó un colapso de los precios en el mercado mundial. Las grandes centrales lecheras europeas repercutieron las bajadas de precios sobre los productores, obligando a muchos a cerrar o a necesitar el apoyo del Estado en forma de ayudas de emergencia”..

La prevista reforma de la PAC.

La comisión europea ha propuesto reformar la PAC. Su propuesta base es reducir el presupuesto para las subvenciones de 2021 a 2027.  Pero mientras prevé reducirlo un 10% las cantidades asignadas a la propiedad de la tierra, quiere reducir el 27% a la parte vinculada a cuestiones de desarrollo y medio-ambiente y la preservación del medio. En realidad la reducción del presupuesto no afectará gran cosa a los grandes tenedores de tierra que acaparan ahora el 80% de las subvenciones. El problema de la desigualdad, y del expolio de los pequeños productores no está contemplado en las previsiones de la Comisión Europea.

Lineas  de trabajo en la que caminar.

  1. El grado de desarrollo alcanzado y la productividad por cantidades, requiere avanzar hacia la socialización completa de la producción agrícola. El primer paso exige concentrar en manos del Estado, la gran distribución, y el comercio exterior.
  2. La salida de la Unión Europea, pues ya hemos visto que sus efectos, (por lo menos en lo que se refiere al suministro alimentario) solo proporciona problemas, hace depender la economía española de los intereses de las grandes corporaciones, lastra la soberanía economía incluso para sectores industriales.
  3. Iniciar una etapa de transito para que las transformaciones, no resulten una terapia de choque.

[1] La solución que aportan estos “genios”, de la economía es el uso del marketing para  fomentar la “marca España”-